Después de un inicio de año bastante revolucionado por temas de salud
que afortunadamente quedaron atrás,
aparezco por aquí nuevamente sin promesa de continuidad :)
El tiempo que estuve obligadamente encerrada en casa después de la operación,
lo aproveché para atacar algunos pendientes livianos, entre ellos,
la puerta celosía (muy) barnizada del taller.
Hacía bastante tiempo que quería cambiarle el color pero como me pasa a menudo,
me cuesta mucho pintar la buena madera (cedro paraguayo en este caso)
de las cosas de casa o heredadas.
Y además, de solo pensar en lijar para retirar el barniz, maderita por maderita,
hacía como que me gustaba y listo!
No quería una "puerta blanca" quería una "puerta patinada de blanco".
Y usar el esmalte al agua fue la solución y el empujoncito
para decidirme por varias razones: no necesitaba lijar,
para decidirme por varias razones: no necesitaba lijar,
el hecho de que sea al agua y no tuviera que luchar con thinner/aguarrás, lo fácil de pasar,
el alto poder cubritivo (con una mano y una de retoque fue suficiente),
el acabado final impecable y lo más importante, me convenzo de que
al no tener que retirar el barniz, la madera quedó protejida y no me martirizo
con la idea de haber pintado una madera buena.
El puntapié inicial fue la "necesidad" de colgar este cartel enlozado de "taller"
que conseguí y me encantó y que con la madera oscura no se lucía.
Este sería "El antes y después..."
Mucho mejor, no?